“a common aloofness, differently manifested — a common melancholic sense of humour; each in his own way saw life sub specie aeternitatis.” (Evelyn Waugh)
Pues la mirada cristiana de la historia es una mirada de la historia sub specie aeternitatis, una interpretación del tiempo en términos de la Eternidad y de los eventos humanos a la luz de la Revelación divina. Y así la historia cristiana es inevitablemente apocalíptica, y el Apocalipsis es el sustituto cristiano de las filosofías seculares de la historia. (Christopher Dawson)

lunes, 6 de agosto de 2012

Edad Media, entre las historias y la Historia: A propósito de "Game of Thrones"



“Juego de Tronos” como historia:
No es tan realista como parece… y eso está bien

Por Kelly DeVries, Foreign Affairs, March 29, 2012.
 Traducimos y reproducimos a continuación la siguiente nota del profesor DeVries no tanto por la serie de ficción “Juego de Tronos” (Game of Thrones), sino por su retrato de lo que fue el medioevo en realidad. Advertimos que el área de especialización del autor es la historia bélica de la Edad Media, por lo que sus afirmaciones fuera de ese ámbito nos merecen algunos reparos que incluimos como comentarios al final. Finalmente, nos queda decir que la serie “Juego de Tronos” tiene cierto grado de violencia y sexo explícito que no la hacen recomendable para todas las sensibilidades.-

Sean Bean en su muy digno papel como Ned Stark,
el caballeroso Jefe de Casa Stark, Señor de Invernalia y Guardián del Norte.

Durante medio siglo, la fantasía ha sido, en esencia, una serie de notas al pie de la obra de Tolkien. Esto fue así hasta George R. R. Martin. La épica de Martin, la serie “Una canción de hielo y fuego” —hasta ahora en cinco novelas, con las dos primeras dramatizadas en una serie de HBO por David Benioff y D. B. Weiss con el nombre “Juego de Tronos”— se aventura resueltamente fuera del cajón de Tolkien y, en el proceso, ha revitalizado todo el género. Fuera han quedado los hobbits, los elfos, los enanos no-humanos, los ents, los balrogs y los artilugios más mágicos (aunque no toda la magia ni las criaturas mágicas). También fuera quedan las simplicidades maniqueas de un mundo donde la mayoría de los personajes rápidamente pueden ser clasificados como buenos o malos. La saga de Martin tiene pocos héroes unidimensionales y mucha gente con personalidades complejas.

Una canción de hielo y fuego” está enmarcada en un mundo modelado sobre la base de la Inglaterra medieval, y muchos dicen que la clave de la popularidad de la serie está justamente en ser un retrato fiel y sensible de la vida medieval. Millones de lectores y televidentes han conformado un apasionado vínculo íntimo con la creación de Martin, dicen, porque, justamente, no es una historia simple sino, por el contrario, una que está enraizada en la experiencia humana real. El mismo Martin ha alentado esta línea de especulación, alegando que él lee “todo lo que llega a mis manos” sobre historia medieval, mucho de lo que ha incluido como bibliografía en su web para aquéllos que estén interesados en sus fuentes. ¿Pero esto es correcto? ¿Qué tan realista es “Una canción de hielo y fuego”?

La respuesta es “no mucho”. Antes de que las hordas de fanáticos enojados apunten sus catapultas en mi dirección, sin embargo, dejadme darme prisa en agregar que esto es algo bueno, no algo malo. Como historiador de este período, os puedo asegurar que la Edad Media real era muy aburrida —y si la épica de Martin hubiese sido verdaderamente fiel desde el punto de vista histórico, también habría sido muy aburrida—. Me alegro que Martin se tome todas las libertades que se toma, porque prefiero que mis lecturas de ficción sean entretenidas. También lo pensaba así la gente medieval, y es por eso que las creaciones literarias más populares de la época eran casi tan fantásticas como las de Martin.

Ningún godo de nombre Beowulf arrancó el brazo de un monstruo llamado Grendel ni peleó, luego, con la madre del monstruo en una cueva. Es posible que haya habido algún jefe guerrero escandinavo de la temprana Edad Media llamado Beowulf, pero si existió, su vida probablemente pasó cultivando, pastoreando, cazando, pescando y, tal vez, juzgando en algunas pequeñas disputas locales o incursionando contra algún enemigo. Posiblemente existió un jefe guerrero llamado algo así como Arturo que vivió en la Britania celta post-romana, pero, en el mejor de los casos, habrá liderado una pequeña y fracasada campaña defensiva contra los invasores sajones. Merlín, Excalibur, la Dama del Lago, el Grial, Lanzarote, Ginebra, Galahad y todo lo demás fueron imaginados por Geoffrey de Monmouth en el siglo XII y por sus sucesores. San Jorge no mató un dragón; Robin Hood no robaba a los ricos ni combatía al Sheriff de Nottingham. Del mismo modo que Martin, los autores de estas historias inventaban cosas más que tomarlas de la vida real, porque la realidad que los rodeaba era demasiado aburrida y monótona.

Durante la Edad Media, la mayoría de los campesinos y aldeanos llevaban una vida bastante estática. Trabajaban de niños, trabajaban como adolescentes y trabajaban siendo adultos; se casaban, tenían hijos y morían, en general jóvenes y, posiblemente, tras vivir hasta la longeva edad de 55 años. [1] No había demasiada violencia que interrumpiese su existencia. No sabían leer, no salían en busca de aventuras y tenían muy poco entretenimiento más allá de la Misa y los días festivos. [2]

Un campesino medieval que laborase en el campo o un artesano que trabajase en la ciudad tenía ciertamente una vida más difícil que la de un granjero u obrero actual, [3] pero el grado de miseria no debería ser sobreestimado. Mundano y aburrido no significa necesariamente más duro, y duro no necesariamente significa infeliz. Los retratos de la literatura contemporánea como Los Cuentos de Canterbury de Chaucer no muestran una existencia diaria ni un estado mental en las clases bajas tan terrible. Y la brutalidad inmisericorde que regularmente sufren las clases bajas en obras de ficción como la de Martin no refleja la realidad —no menos porque hubiese sido económicamente estúpido abusar de gente de cuya productividad dependía su propia vida—.

En cuanto a los propios nobles, tenían una vida un poco mejor. Se alimentaban con una dieta más variada, tenían más posesiones y tenían un mayor número de conocidos; podrían haber tenido más educación y mayores posibilidades de entretenimiento. [4] Pero sus vidas eran también aburridas. La mayoría de los hombres de cuna noble eran entrenados en artes militares que nunca usarían, y la mayoría de las mujeres eran enseñadas en artes domésticos que sí usarían, repetidamente (aunque sólo después de que sus padres y hermanos las hubiesen intercambiado con el oferente mejor posicionado desde el punto de vista político). La violencia podría haber sido más diversa en este nivel social, pero es improbable que hubiese sido más frecuente. No había incesto (al menos no hay registros), ni enanos, y pocos asesinatos.

Algunos de los incidentes y personajes de “Una canción de hielo y fuego” están sí tomados de la historia medieval real. Por ejemplo, los dragones, estaban en todos lados, especialmente en Inglaterra y Escandinavia. No eran dragones reales, naturalmente, sino metáforas del mal. Los íconos religiosos con frecuencia muestran a San Jorge y a San Miguel derrotando dragones, lanceándolos o pisándolos, respectivamente. Los dioses y héroes escandinavos como Beowulf con frecuencia los mataban en el curso de sus obligaciones como protectores de la gente más débil. Y en 1388 el cronista, en general muy confiable, Henry Knighton incluso notó que un “fiero dragón” había sido visto volando por el norte de Inglaterra.

El sometimiento al escarnio público de Cersei Lannister en “Una danza con dragones” tiene precedentes tanto medievales como antiguos. La pena capital en realidad sólo era permitida en la Edad Media para un único crimen: la traición. Lo común era que los traidores nobles fuesen decapitados —como Ned Stark— mientras que los plebeyos eran ejecutados de maneras más creativas. (En 1305, William Wallace [5] fue colgado casi hasta morir, y luego, fue castrado, destripado y, finalmente, decapitado, tras enroscar sus intestinos en un poste.) Para el adulterio, la pena normal era la humillación, y el escarnio público era lo que se usaba con las mujeres nobles. Tras su captura, Juana de Arco fue arrastrada por la Francia ocupada por las fuerzas inglesas en una muy lenta caminata de vergüenza antes de sufrir su juicio y muerte en la hoguera por traición (a la Iglesia). Martin dijo que basó la caminata de Cersei en la de Jane Shore, amante de Eduardo IV, a fines del siglo XV (aunque su interpretación debe más a la representación de William Blake del hecho que a la pena que realmente tuvo que padecer Jane). [6]

Martin da a Vargo Hoat, el líder sádico de los Titiriteros Sangrientos, la marca registrada de arrancar las manos y los pies de sus víctimas. El rey Juan de Inglaterra hizo eso con los rebeldes heridos durante el sitio al castillo de Rochester en 1215 [7], y John de Worcester dice que Haroldo hijo de Godwin se lo hizo a Alfredo Aetheling y sus compañeros en 1036. [8]

Como nota Martin, las espadas eran importantes. Eran las armas del liderazgo, tanto objetos ceremoniales como herramientas militares efectivas. Una espada podía ser entregada a un muchacho como obsequio al nacer o ser bautizado, y podía llegar a crecer jugando con ella y con otras espadas más livianas hasta que se convirtiese en una herramienta que pudiese empuñar con fuerza y agilidad. Una espada podía también serle presentada cuando un hombre se mostraba digno de ella, como el caso de Garra, que el comandante de la Guardia de la Noche entrega a Jon Snow en “Juego de tronos”. Y como Garra, las espadas podían ser bautizadas y sus pomos podían reemplazarse según la necesidad o el deseo de su dueño.

En la batalla del Aguasnegras, en “Un choque de reyes”, la flota de Stannis Baratheon es derrotada por recipientes con “fuego salvaje” y una enorme cadena que cruza el río. Aquí Martin probablemente estaba pensando en Constantinopla, la capital del Imperio Romano de Oriente. Los bizantinos tenían en su arsenal el fuego griego, una sustancia petrolífera que podía ser bombeada a través del fuego para crear un lanzallamas. Las semillas naturales que producían el fuego griego parecen haberse extinguido a comienzos del siglo XIII, pero más tarde los ejércitos musulmanes lograron producir una versión sintética y la pusieron en recipientes que podían ser lanzados con la mano o una catapulta. Este tipo de arma incendiaria era muy poco efectiva por lo que rara vez se usó.

Las cadenas que cruzaban ríos o cerraban puertos, por otro lado, eran muy efectivas. Una gran cadena cruzaba el Cuerno de Oro, protegiendo así a Constantinopla. Se desconoce cuándo fue colocada, pero las sagas islandesas la registran como un obstáculo al que tuvo que sobreponerse Haroldo el Duro, luego rey de Noruega [9], para escapar de la ciudad a mediados del siglo XI: su buque apenas pudo hacerlo pasando por encima de la cadena, mientras que otro se hundió intentándolo. Otras cadenas protegieron los puertos de Rodas, la ciudad de York, la fortaleza de Golubac en el Danubio [10] o, incluso, siglos después, en West Point sobre el río Hudson. [11]

La descripción de la guerra medieval que hace Martin tiene, es cierto, algunas exactitudes, pero, del mismo modo que pasa con su descripción de la vida medieval en general, la empaqueta con mucha más acción que lo que ocurrió en la historia. El resultado deseado en la guerra medieval no era, en general, la muerte del enemigo, sino su retirada. Intentar matar al enemigo era costoso y potencialmente riesgoso; era más fácil obligarlo a escapar. Las batallas con frecuencia se decidían por factores aleatorios como la muerte de un líder, el heroísmo o el entusiasmo relativo de los contendientes. La buena estrategia consistía en encontrar una forma de desafiar a las fuerzas más débiles que se pudiesen encontrar, causándoles pánico y obligándolas a romper filas, y, entonces, reclamar rápidamente la victoria. Con frecuencia las batallas medievales no tomaban más de 20 ó 30 minutos desde su inicio hasta su final; las luchas más largas eran inusuales.

La batalla de Courtrai, peleada entre el ejército francés y los ciudadanos rebeldes de Flandes el 11 de julio de 1302, fue una de las batallas más sangrientas de toda la Edad Media, en parte porque los ciudadanos rebeldes sabían que si perdían también podrían llegar a ser masacrados. [12] El ejército flamenco preparó el terreno para una esperada carga de la caballería francesa, cavando trincheras que fueron inundadas u ocultadas, y estableciendo sus líneas con un río en la espalda, haciendo la deserción de sus soldados muy difícil. Los soldados flamencos no rompieron la línea ni corrieron cuando la caballería francesa cargó contra ellos, y por ello la batalla tomó varias horas de lucha. Las fuerzas flamencas estaban armadas con lanzas y palos como picas que fueron usados para derribar a la caballería francesa de sus cabalgaduras, luego de lo cual se podía dar el toque final con una daga. Cientos de hombres murieron, quizá tantos como mil.

Pero por cada Courtrai, hubo muchas Patay (1429) [13], donde las tropas inglesas esperaban emboscadas para abandonar rápidamente el campo cuando fueron vistas por los franceses, y Towton (1461) [14], con un corto intercambio de arquería seguido de una única carga de caballería de York que produjo la desbandada de los Lancaster. Ni Patay ni Towton —ni las rutinarias e interminables campañas militares que resultaban en poca violencia y mucho aburrimiento, problemas logísticos y disentería— son materia prima para la buena literatura fantástica. Martin lo sabe, por eso es que convierte en norma Courtrai y su inusualísimo nivel de violencia.

Por momentos, Martin claramente rememora la Guerra de las Rosas, aquélla en la que se enfrentan la casa de Lannister (Lancaster) con la casa de Stark (York), y hay paralelismos con las invasiones de los mongoles [15] (los dothraki), la Liga Hanseática [16] (las Ciudades Libres), etc. Pero no tiene sentido buscar en demasía los elementos “reales” que subyacen en el texto, puesto que lo verdaderamente cautivante del mundo de Martin —las descripciones detalladas, la fuerza de los diálogos, los personajes multifacéticos, los desarrollos intrincados y las historias paralelas— surgen no de su materia prima, sino de su propia imaginación. Eso es lo que termina siendo magia de verdad.

Una de las imágenes de mayor estética medieval de la serie:
Ser Loras Tyrell, "el Caballero de las Flores" en una justa.



[1] Sin embargo esta afirmación del autor es algo gratuita. Las últimas investigaciones arqueológico-forenses indican que la expectativa de vida en la Inglaterra medieval, al menos, era más alta que en las ciudades industriales de fines del siglo XIX y comienzos del XX, siendo únicamente superada en la actualidad.
[2] Dependiendo que entiende uno por “entretenimiento”. Por cierto que las gentes medievales no tenían televisión, Internet, cine, etc., pero tenían un buen número de festividades socio-religiosas a lo largo del año, en las que abundaban la música, la danza y la poesía.
[3] De vuelta, depende qué entiende uno por “duro”. Ciertamente, como ha sido demostrado numerosas veces y para numerosas regiones europeas, aún las clases más bajas de la sociedad medieval tenían un vínculo con la tierra que trabajaban o con su taller familiar tal que ni aún el rey podía privárselos. Y ciertamente, menos aún, sus acreedores.
[4] Y aún así, estas diferencias de vida entre nobles y plebeyos, no eran tan enormes como las que existen hoy en día en sociedades del primer mundo entre los empresarios y sus empleados.
[5] Se refiere al célebre líder escocés que fue encarnado en la pantalla grande —de manera bastante creativa— por Mel Gibson en “Corazón Valiente”.
[6] “La pena de Jane Shore”, pintura de W. Blake (circa 1780) que se encuentra en la catedral de San Pablo (Londres).
[7] Durante la rebelión de los barones que, eventualmente, llevará a la firma de la “Carta Magna”.
[8] Hay un error. Haroldo hijo de Godwin, el rey Haroldo II de Wessex, no fue el que mató al príncipe Alfredo, hijo de Etelredo “el Indeciso” y hermano de San Eduardo “el Confesor”, sino Haroldo I “Pie de Liebre” (hijo del rey danés Canuto).
[9] Se refiere a Haroldo hijo de Sigurd, llamado “Hardrada” (el Duro), que había sido comandante de la Guardia Varega en Constantinopla y, luego, rey de Noruega entre 1047 y 1066.
[10] También llamada en húngaro Galambóc o en alemán Taubenberg, era una fortaleza serbia que marcaba el límite entre el antiguo Reino de Hungría y el Imperio Bizantino.
[11] Durante la Guerra de Independencia de los Estados Unidos, en 1778, se puso una enorme cadena cruzando el río Hudson entre la isla Constitución y el Fuerte Arnold para impedir que los buques británicos pudiesen subir río arriba por la colonia de Nueva York.
[12] También llamada la Batalla de las Espuelas de Oro, por la cantidad de caballeros franceses que murieron en ella. Las espuelas de oro fueron colgadas en la Iglesia de Nuestra Señora en Courtrai en agradecimiento por el éxito de la batalla. Unos 80 años después, las espuelas fueron recuperadas por los franceses tras vencer en la batalla de Roosebeke.
[13] Durante la Guerra de los Cien Años (1337-1453) por la corona de Francia, entre las casas de Valois y Plantagenet (éstos, reyes de Inglaterra).
[14] Durante la Guerra de las Rosas (1455-85) por la corona de Inglaterra, entre las casas de York y de Lancaster.
[15] A partir de la segunda década del siglo XIII, los mongoles, que habían ya conquistado media Asia, se precipitaron sobre la Cristiandad. Uno a uno fueron cayendo los reinos y principados de Europa Oriental y Central, hasta que, finalmente, los conflictos internos y la guerra civil forzaron a la horda oriental a frenar su avance.
[16] La Hansa Teutónica fue una enorme confederación de gremios de mercaderes y ciudades libres para el comercio y la autodefensa al norte de las actuales Alemania y Polonia, que llegó a monopolizar el Mar Báltico.

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