“a common aloofness, differently manifested — a common melancholic sense of humour; each in his own way saw life sub specie aeternitatis.” (Evelyn Waugh)
Pues la mirada cristiana de la historia es una mirada de la historia sub specie aeternitatis, una interpretación del tiempo en términos de la Eternidad y de los eventos humanos a la luz de la Revelación divina. Y así la historia cristiana es inevitablemente apocalíptica, y el Apocalipsis es el sustituto cristiano de las filosofías seculares de la historia. (Christopher Dawson)

miércoles, 1 de agosto de 2012

Un regalo de la Editorial Vórtice

Esta obra de MacDonald es un recorrido por un mundo de fantasía que inspiró a autores de la talla de Chesterton (suyo es el prólogo), Lewis (suya la introducción), Tolkien y Barrie. Fue traducida por Carlos R. Domínguez, es nuestro primer libro digital y se puede descargar gratuitamente (pdf).

Phantastes. Cosas de fantasía

› Autor: George MacDonald
› Editorial: Vórtice
› Traducido por: Carlos R. Domínguez
› Lugar: Buenos Aires
› Año: 2012
› ISBN: 978-987-9222-49-2

Índice
Nota del traductor, por Carlos R. Domínguez
Prólogo, por Gilbert K. Chesterton
Introducción, por C. S. Lewis
(y 25 capítulos numerados)

Reseña

“Ha de hacer más de treinta años que compré –casi involuntariamente, pues había mirado el volumen en ese mostrador y lo había rechazado previamente una docena de veces– la edición Everyman de Phantastes. Pocas horas más tarde supe que había cruzado una gran frontera. Yo había estado hundido hasta la cintura en el romanticismo y, probablemente, en algún momento, revolcándome en sus más oscuras y malignas formas, deslizándome hacia abajo por la empinada pendiente que lleva del amor por lo raro, al amor por la excentricidad y de allí al amor por la perversidad. Ahora bien,Phantastes era claramente romántico, pero con una diferencia. Nada estaba más lejos de mis pensamientos en ese tiempo que el cristianismo y, por lo tanto, no tenía la menor idea de lo que esa diferencia significaba. Yo solamente sabía que si este nuevo mundo era extraño, era también sencillo y humilde; que si esto era un sueño, era un sueño en el que al menos uno se sentía extrañamente en vela; que todo el libro tenía una fresca inocencia matinal y también, en forma totalmente inequívoca, una cierta cualidad de Muerte, de buena Muerte. Lo que de hecho hizo en mí fue convertir, más aún, bautizar (aquí fue donde entró la Muerte) mi imaginación” (C. S. Lewis, en la Introducción).


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